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viernes, 27 de julio de 2018

El ángel de las galletas

El ángel de las galletas

Betel había quedado sola con la pequeña Ámbar. Debía trabajar en algo más que su trabajo habitual, para poder pagar la mensualidad de su casita. Había heredado una receta de su mamá y se le ocurrió hacer galletitas y venderlas.
Ámbar desde pequeñita iba a la cocina con su mamá. Se notaba que sería una gran cocinera. Betel, siempre le dio tarea para que se entretuviera y de paso, aprendía y la ayudaba.
La verdad, aquellas galletitas, eran un éxito. A todo el mundo le gustaban mucho. Pero llegaba muy cansada de su trabajo, como para poder hornear muchas, así que solo preparaba unas cuántas bolsas por día.
Luego de hornear, salían a vender por el barrio. La gente comenzó a preguntarle por qué no se dedicaba solamente a hornear, ya que eran una delicia.
Ese era su sueño, pero no tenía dinero para comprar hornos más grandes, ni tiempo que dedicarle.
Siguió trabajando en el edificio, y por las tardes, horneaba las galletas y algún pastelillo que fue agregando.

Esa tarde, hacía bastante frio y había mucho viento. Todo el mundo andaba apurado. Habían vendido muy pocos paquetes de galletitas. Al doblar en una equina, se encontraron con un pequeño niño con su hermanito en brazos. Betel se percató que ambos pequeños lloraban y tiritaban de frio.
Les preguntó si su casa les quedaba muy lejos, por lo que el mayor de los niños le contestó que sí. Mamá no está en casa. Papá está enfermo y estamos con mi abuelita.
Betel sin dudarlo, le entregó los paquetes de galletitas y los puso en un taxi que los llevara hasta su casita.
A los pequeños les brillaron los ojitos de alegría. Abrieron enseguida una bolsa y las galletitas volaron al instante.
Al llegar a su casa, la abuela los esperaba nerviosa. Agradeció a Dios, que puso en el camino de sus tesoros a aquella señora tan buena, y pidió para ella, mil bendiciones.
Al día siguiente, los pequeños estaban felices porque por primera vez, llevarían merienda a la escuelita y además, para compartir.
Los amiguitos disfrutaron de las deliciosas galletitas. Entre ellos estaba Mara, que como Ámbar, tenía una mamá que horneaba galletas y pasteles. La pequeña, comió solo una galletita de las que le habían tocado, y la otra, la guardó para compartirla con su mamá.
Al llegar a casa, Mara, llevó aquel manjar a su mamita para que probara la delicia que le habían compartido. Nancy, su mamá, quedó fascinada con el sabor y la terneza de la masa.
_ Mmmm que cosa tan deliciosa, hija. ¿Quién te compartió esta exquisitez?
_ Un compañerito mamá. Trajo varias bolsas de galletitas para todos los compañeritos.
_ ¿Quién ha sido mi amor?
_Fue Gerardo mami… dijo que una señora muy bondadosa, se las había regalado a él y a su hermanito.
Sabes mi vida, me encantaría conocer a esa señora. Quiero que estas galletas estén en mi confitería. Son muy ricas y delicadas.
Pasaron los días y Betel y Ámbar siguieron con su rutina.
Al fin llegaron las vacaciones de primavera, por lo que Betel decidió irse unos días a visitar a su prima Marisa. Habían crecido juntas y hacía mucho tiempo que no se veían.
Luego de una hora viaje, llegaron a casa de Marisa que las recibió con mucho cariño y atenciones.
Marisa tenía una pequeña, Lucía, un poquito mayor que Ámbar, así que enseguida estaban jugando y compartiendo.
Betel llevaba muchas delicias a su prima. Galletitas, pastelillos, rosquillas, hasta bombones que ella misma había preparado.
Marisa quedó encantada con todo. Solo de sentir el aroma, se le hacía agua la boca.
Entre risas, recuerdos y anécdotas pasó la tarde. La hora de la cena estaba próxima, cuando golpearon a la puerta.
Marisa, había encargado el menú para la cena, para agasajar a sus invitadas.
_Pasa Nancy. Mira, tengo visitas. Han venido mi prima Betel y su pequeña Ámbar. Siéntate, toma un cafecito con nosotras.
Nancy tomó asiento y mientras charlaba con Betel, Marisa servía el café, y unas galletitas, de las que le había traído su prima.
_Ohh… dijo Nancy, ¿horneaste amiga? ¿Y ese milagro? Mmm, seguro fue tu prima quien lo hizo.
_ Ja jajá… si amiga, mi prima Betel lo ha hecho, pero no el milagro, las galletitas.
¡Prueba que delicia!
Nancy, no necesitó más que un bocado para reconocer aquel sabor.
_ ¡Mi Dios! Dijo levantándose de su silla. ¡Te he encontrado!
Betel y Marisa no entendían a qué se refería Nancy, pero ésta enseguida les explicó.
Le contó de aquella galletita que su pequeña Mara, le trajo de la escuelita hacía varios meses atrás. Tomó a Betel por los hombros y le ofreció trabajo desde ya. Quiero que seas mi socia en el negocio. Desde que probé tu receta, supe que tienes magia en las manos.
Betel no podía creer, que aquel acto de bondad y solidaridad con aquellos pequeñitos, la hubieran puesto frente a Nancy.
Betel ahora trabaja en su negocio junto a Nancy. Las pequeñas Ámbar, Lucía y Mara son las mejores amigas.
Gerardo con su hermanitos, sus padres y la abuelita, viven en la antigua casa de Betel y atienden el negocio que ahora tiene allí. Betel siempre dice que hará todo para que su ángel Gerardo y su familia, estén bien.
La familia de Gerardo, dice lo mismo de Betel.
Los actos de bondad y solidaridad, siempre traen recompensa.

Mónica Beneroso Salvano
Yeruti"
Uruguay
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