Seguidores

jueves, 30 de mayo de 2019

La escalera andante


La imagen puede contener: exterior

Don Andrés, era pintor de casas. Salía todos los días con su pequeño camioncito. Cargaba todo lo que necesitaba en él, y salía rumbo a la casa que embellecería con su arte.
Llevaba muchas brochas y pinceles, su mameluco verde, tachos de pintura y la escalera que él mismo, se había construido, con troncos del viejo árbol de su patio.
Un árbol especial, ya que había sido plantado por sus abuelos hacía muchos años.
Un día al ir a cargar el camioncito para salir a trabajar, notó que la escalera faltaba de la despensa.
_Que extraño, dijo Don Andrés. ¿Será que la olvidé en el camión?
Fue hasta el garaje, para revisar, pero la escalera tampoco estaba allí.
_ ¿Será que la dejé en la casa donde estaba pintando? Nunca me había pasado esto de olvidarme… me estoy poniendo viejo y olvidadizo parece, dijo bromeando consigo mismo.
Cargó todo lo demás en el camioncito y salió. Al llegar al lugar, notó que la escalera, tampoco estaba allí.
Muy extrañado estaba Don Andrés. ¿Qué había pasado con la escalera?
Pintó como pudo desde el piso. Ya mañana terminaré con la escalera, pensaba.
Al regresar a casa, debía rodear el árbol ya que el camino así lo hacía, y pudo observar la escalera, recostada al tronco del viejo árbol.
¿Cómo es que llegó la escalera aquí? Se preguntaba, hasta que recordó que el día anterior, su nieto pequeño, Damion, había estado de visita en la casa, y amaba trepar los árboles. A veces tomaba la escalera para trepar más alto. Seguro la había agarrado y luego no la devolvió a su lugar.
Trajo la escalera y la guardó nuevamente en la despensa, dejándola lista para la próxima jornada.
Al día siguiente, cuando comienza a cargar el camioncito, se da cuenta que la escalera, faltaba de la despensa otra vez. ¡Sorpresa se llevó!
_ ¿Pero y qué está pasando aquí?
Se asomó hacía el árbol y allí estaba la escalera, recostada al tronco.
_ ¿Quién me está jugando bromas? Ahora no estuvo Damion.
Bastante enojado, fue y tomó la escalera, la cargó y se fue a trabajar.
Los días pasaban y todas las mañanas, se encontraba con la misma situación.
Por la noche guardaba la escalera en la despensa y al día siguiente, ésta, amanecía recostada al tronco del viejo árbol.
_ No me jugarán más bromas, dijo enojado y aburrido. No dormiré esta noche, pero yo atrapo al graciosito.
Al anochecer, se escondió tras unos arbustos y cuidó.
La noche estaba muy oscura. La luna no brillaba esa noche, por lo que no pudo descubrir nada más, que la escalera como por arte de magia, ya no estaba en donde la había dejado, sino donde amanecía siempre últimamente.
Tuvo que aguantarse unos días más la duda. Hasta que una noche, la luna iluminaba todo el campo, y volvió a esconderse, para descubrir por fin, el misterio.
No demoró mucho en suceder.
Don Andrés, al ver lo que pasaba, quedó paralizado.
Nadie se llevaba la escalera. La escalera, andaba sola.
Era una escalera andante. Cobraba vida, se acercaba al árbol y luego se recostaba a él, como abrazándole.
Don Andrés, no sabía qué hacer, ni qué decir. Solo pensaba que aquello, debía tener una explicación. Entonces recordó algo, que podría ser la respuesta a tanto misterio.
Él había construido la escalera, con troncos de aquel viejo árbol, al que ella, regresaba una y otra vez.
Ese árbol era parte de ella, como la escalera, parte del árbol. Eran como familia.
Desde ese día, Don Andrés, no volvió a guardar la escalera en la despensa.
La recogía del árbol al irse a trabajar, y al regresar, la recostaba al tronco.
Luego descargaba lo demás y dejaba el camioncito en su garaje.
Todos tenemos raíces, de dónde venimos. Lazos, que no debemos olvidar nunca.
Nunca te olvides de dónde has venido, sea a donde sea, que la vida te lleve.

Autora: Mónica Beneroso Salvano
Seudónimo :Yeruti
Ilustración: Mónica Beneroso Salvano
Rincón infantil
Derechos reservados
Uruguay

No hay comentarios:

Publicar un comentario