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jueves, 30 de mayo de 2019

Primer vuelo



La imagen puede contener: flor, planta, cielo, naturaleza y exterior


No todas las hojas están preparadas para volar lejos cuando el viento las arranca de los árboles. La mayoría de ellas, sueñan con que llegue el otoño y cambiar de color, y dejarse caer, para formar todas juntas una alfombra dorada, donde niños, y animalitos juegan; pero hay algunas que no quieren, que son distintas, que tienen sueños diferentes al resto de las demás, y no por eso, dejan de ser hojas.
En este caso, una de las hojas del gran árbol, del jardín de Marissa, era una de esas. Ella no quería caer y formar ninguna alfombra. Ella quería volar, ser distinta a todas. Quería salir del patio en el que estaba el árbol, porque desde arriba, donde estaba prendida, podía ver que más allá, había otras casas, otros árboles y niños y flores, etc.
Algo parecido, sucedía con uno de los integrantes de la familia de ratones, que vivía en el gran tronco del árbol. Todos sus hermanitos, jugaban en el piso, entre las hojas caídas, en el hueco de las frutas maduras, etc, pero el más chiquillo, adoraba trepar el árbol hasta lo más alto, porque decía que quería ser paracaidista o aviador. Que desde allá arriba, podía ver el cielo entero, por donde un día volaría. Los sustos, que le dio a su mami, fueron muchos.
Un día, el ratoncillo, no se dio cuenta, que estaba demasiado ventoso para escalar tan alto.
A medida que fue subiendo, se empezó a asustar, porque el viento lo empujaba mucho. Tuvo que prenderse de las ramitas, con mucha fuerza para no caer. Las manitos le dolían muchísimo. Lloraba asustado y pensaba, cuánta razón tenía su mamá, cuando le decía, que no subiera tan alto.
Tan fuerte estaba agarrado, y tan asustado, que no se dio cuenta, que se estaba sujetando de una hoja muy seca, que caería en cualquier momento.
Y eso sucedió…
La hoja, se desprendió de la rama y el ratoncillo, prendido a ella.
El viento soplaba, y la hoja, se daba vueltas y vueltas en el aire.
La hoja, se dio cuenta que con el peso del ratoncillo, ella no caería al suelo del jardín. Estaba cumpliendo su sueño. Iba a caer fuera, y podría ver y saludar a los árboles de la calle.
El ratoncillo, iba tan asustado, que había cerrado y apretado los ojitos.
Pero escuchó de pronto…
_Oye…. Oye… pequeñín.
A lo que el ratoncillo, abrió un solo ojito, como para verificar si en efecto volaba, o es que estaba soñando.
Uy, al ver que si volaba…. Uffff, volvió a apretar sus ojitos con fuerza.
_Oye… abre tus ojitos. Dijo la hojita, que estaba feliz y agradecida, con el ratoncillo.
El pequeñín, volvió a abrir un ojito, y luego los dos ojitos, estaban abiertos como plato.
_Estoy muuuy asustadooo…
_Oye, dijo la hoja, no temas. ¡Mira qué bonito se ve todo desde aquí!
_Sssi… se vvve bonito, pero que mmmiedooo… Mientras, temblaba entero.
_Gracias pequeñín, por ayudarme a salir del jardín. Si tú no te hubieras prendido a mí, no hubiera podido lograr mi sueño. ¿Tú tienes algún sueño?
_Yo quiero ser paracaidista o aviador. Por eso, subía tan alto, para mirar todo el cielo.
_Y míralo… mira que hermoso es…y que grande.
Poco a poco, el ratoncito fue dejando el miedo, y pudo disfrutar la hermosa vista, de todo el lugar. Suavemente fueron bajando.
Había un banco, bajo uno de los árboles de la calle, en él, una señora estaba leyendo un libro.
La hoja y el ratón, aterrizaron justo allí, en las manos de la señora, que quedó deslumbrada, por aquella escena.
A quien se le ocurre pensar, que un ratón paracaidista, elegirá de pista de aterrizaje, el libro que está leyendo. Quedó inmóvil, la señora. Impactada, por la maravilla que estaba viendo.
Mientras, el ratoncillo agradeció a la hoja el paseo, y corriendo, bajó del libro, a la falda de la señora, luego al banco, y de éste, al piso. Cruzó la calle y desapareció…
La hoja, agradeció su ayuda para salir del jardín. Luego, feliz de haber cumplido su sueño, se recostó, sobre las hojas del libro de la señora.
Era tan bella aquella hoja, que la señora la acarició y le prometió llevarla siempre, entre las páginas del libro que leyera.
Al ratoncillo, lo siguió con la vista, hasta verlo entrar por un agujerito, del muro de la casa, volviendo así, al jardín donde vivía.
En este caso, la hoja y el ratoncillo, se ayudaron mutuamente a cumplir un sueño, por accidente, podríamos decir.
Pero nosotros, podemos ayudar a otros, a cumplir sus sueños y podemos hacerlo de mil maneras.
¿Lo intentamos? 


Autora: Mónica Beneroso Salvano
Seudónimo: Yeruti
Rincón infantil
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Uruguay

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