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jueves, 4 de agosto de 2016

La magia de los cuentos.



La magia de los cuentos. 

Aline, era una pequeña dulce, cariñosa y muy alegre, con un gran gusto por la lectura, a pesar de ser una pequeña de tan solo 8 años. En los recreos de la escuela, se la veía rodeada de compañeritos, casi siempre estaban escuchando como les leía, algún libro de cuento.
Ella adoraba los libros, decía que en ellos, había mundos fantásticos y personajes mágicos.
Las vacaciones de invierno se acercaban y los papás de Aline, hacían los últimos preparativos para salir de viaje en familia. Habían comprado una cabaña ubicada a la entrada de un bosque de pinos y cipreses al pie de la montaña, pero aún no habían podido disfrutar de ella.
Antes de irse, la abuelita Catalina le dio de regalo, un enorme y precioso libro de cuentos, para que la pequeña pudiera leer en esa semana. Aline abrió el libro y ojeó sus hojas quedando maravillada por la belleza de las letras, los colores y las ilustraciones.
El viaje se hacía largo. No veía la hora de sentarse a leer, pero llegaron de noche, así que debió dormirse y esperar al día siguiente, para por fin dedicarse a leer su libro.
La ansiedad era mucha, pero el cansancio venció y el sueño llegó enseguida.

La nieve cubría los picos de la montaña y comenzaban a verse copos en lo alto de los árboles y en el tejado de la casita. El paisaje era bellísimo. Al amanecer las aves trinaban tanto que despertaron a todo el mundo.
A pesar del frio, el sol calentaba con fuerza. Aline despertó temprano como todos en la casa. Desayunaron juntos en la mesa de la cocina, frente al ventanal que daba al valle, que estaba lleno de flores y arbustos, para después tupirse el bosque. Luego del desayuno y con su libro debajo del brazo, como siempre, se dirigió al jardín y se sentó en un gran tronco que parecía un banco. Era una delicia estar allí, rodeada de tanta naturaleza.
Mientras admiraba todo, escuchó sollozos y vio como por el caminito que iba al bosque, un pequeño caminaba cabizbajo, medio harapiento y desabrigado.
_Hola, -le dijo Aline-
El pequeño al principio se sorprendió y luego levantó su manito para saludar.
_Hola,- contestó el muchacho muy tímidamente-.
_ ¿Vives aquí? -Peguntó curiosa Aline-.
_ Si, aquí nací y vivo con mi familia.
_ ¿Cómo te llamas? Yo me llamo Aline.
_Me llamo Gustavo.
_No tienes frio con tan poco ropa Gustavo?
_No… y tú no sientes calor con tanta ropa?
_ jijij- se rio Aline-.. ¡Nooo!, es que aquí hace mucho frio y no estoy acostumbrada.
_ ¿No hay nieve donde vives Aline?
_ ¡No! Donde yo vivo hace mucho calor. ¿Y porque lloras?
_ Mmm es que estoy triste. Paso mis días aburrido. Mis amigos viven en el pueblo y yo aquí, en la montaña lejos de todo y al llegar las vacaciones, todos salen de paseo, pero mi familia es pobre y no podemos salir nunca de la montaña.

En ese instante Aline, tuvo una gran idea, le enseñaría su libro.
_Mira Gustavo, este libro me lo regaló mi abuelita. Tiene muchas historias. Guarda en sus hojas, mundos fantásticos, que seguro quitarán toda tu tristeza.
Gustavo sonrió feliz, porque nunca había visto un libro así de grande y con dibujos tan bonitos.
_Nunca vi un libro así de bonito Aline. En mi escuela los libros son pequeñitos y están viejos, con las hojas ajadas y amarillas, y en casa tengo solo dos, que ya me sé de memoria.
La niña comenzó a leer y los rostros de ambos iban transformándose, a medida que leía página tras página.
Sus ojitos brillaban como las luciérnagas en noches oscuras y la enorme sonrisa de Gustavo, mostraba claramente los huequitos que habían dejado los dos dientes de leche, recién caídos. La tristeza había pasado y las lágrimas que mojaban un rato antes su carita, ya no estaban más.
El niño estaba fascinado con la lectura. Quedó atrapado, como soñando despierto.
A decir verdad, el libro no tenía nada de especial, era Aline la que con su amor por la lectura, hacía que las historias fueran tan especiales. Cada cuento era una aventura.
Aquellas tardes se habían convertido en las más divertidas y entretenidas para ambos, pero sobre todo para Gustavo.
El día de regreso llegó y la despedida fue muy difícil y emotiva para todos. Aline volvería a la escuela, sus padres al trabajo y Gustavo a la rutina diaria, ir a la escuela, ayudar en las tareas y luego recorrer el bosque juntando piñas para el hogar.
_Te extrañaré mucho Aline, susurro Gustavo con lágrimas en los ojos-.
_También yo amiguito- mientras le estiraba los brazos para darle un abrazo-.
Aline y su familia subieron a la camioneta y emprendieron el viaje de regreso, mientras las manitos de ambos niños, no paraban de hacer adiós, hasta que se perdieron en el horizonte.
Desde esos días, algo había cambiado para siempre en Gustavo. Aline, le enseño a descubrir esos mágicos mundos de los libros, así que aquellos viejos libros de la escuela, ya no le eran aburridos, sino que se convirtieron en sus compañeros aliados, para sus tardes solitarias.
Además, los dos sabían que muchas aventuras los esperaban en las próximas vacaciones, cuando juntos navegaran a través de la imaginación, en un mar de letras, solo restaba esperarlas.
Todos los libros custodian mundos fantásticos, esperando que alguien leyendo con amor, aprenda a descubrirlos.

Mónica Beneroso
(Derechos reservados)
(Imagen de la web)

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