Seguidores

martes, 16 de octubre de 2018

La hamaca de Priscilla

La hamaca de Priscilla

En un bosque, muy alejado de la ciudad, vivía Priscila, un hada muy pequeñita, la que nació con las alitas enfermitas y no le permitían volar. Junto a toda su familia, eran muy felices en el reino de las hadas. 
Era muy curiosa, así que siempre acompañaba a sus padres, cuando visitaban a una humana que las protegía. Un día, en uno de esos paseos, vio a una niña volar, sentada en su hamaca, tan alto que tocaba con los pies las ramas de los árboles.
Le dijo a sus padres, que quería volar como esa pequeña. Su padre, le prometió hacerle una hamaca, pero su cuerpito era tan pequeñito, que todo, era demasiado grande.
Así pasaba el tiempo y Priscilla, soñaba que volaba como los pajaritos, que llegaba hasta la punta de los árboles y que hasta en las nubes, se escondía para jugar con las demás haditas niñas.
Los humanos, muy lejos estaban de saber, lo que en la profundidad de aquel bosque había. Los árboles eran muy añosos, enormes y muy altos, ya que eran cuidados y respetados, por toda la comunidad. Era un reino hermoso y mágico. Allí solo se dedicaban a cuidar a la naturaleza, los animalitos y a jugar.
Priscilla, fue creciendo siempre con aquel sueño. Sus padres la adoraban y la llevaban abrazada a volar con ellos, pero sabían que no era lo mismo. Ella quería hacerlo sola y quizá nunca podría hacerlo. Sus alitas no mostraban mejoría.
Era época de nacimientos y las aves no salían de sus nidos, esperando ver al fin, nacer a sus polluelos. Había un ave, muy particular, que solo habitaba en aquel bosque, pequeñita y muy colorida. Al nacer el último de los polluelos, dejó el nido unos minutos y fue a llevarle a Priscilla, el mejor regalo que podrían ofrecerle.
Priscilla no entendió, pero al llevarle a su padre, aquel medio cascarón, a éste, una sonrisa se le dibujó en el rostro.
¡Era la hamaca perfecta! Solo restaba que unas guías de la enredadera hicieran de soga y lista la hamaca. Pero no le dijo nada a la niña, solo dejó el cascarón en la sala y dijo que al día siguiente verían que podrían hacer con él.
Cuando la niña se durmió, sus padres trabajaron de noche y le hicieron las más hermosa de las hamacas, hasta adornada con flores.
Al despertar la pequeña y salir a saludar al sol, quedó inmóvil, con los ojos grandes, mirando la hamaca, sin poder creer que fuese verdad.
¡Es tu hamaca hijita! Decían los padres… ¡Sube hija y vuela!!
¡Priscilla al fin sonreía feliz! Se hamacaba tan alto, que sacudía las ramitas con sus pies. Los árboles, en complicidad, se mecían de un lado a otro, para que la pequeña lograra lo que tanto deseaba.
Una vez más en el reino, gracias a la unión y a la solidaridad de todos, habían hecho que una pequeña sonriera con ganas. La felicidad de la pequeña, curó sus alitas y pudo volar por sí misma, pero aquella hamaca, fue tan importante para ella, que jamás dejaría de usarla. 

Mónica Beneroso Salvano
Yeruti"
Uruguay
Derechos reservados
Imagen de la web

No hay comentarios:

Publicar un comentario