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martes, 16 de octubre de 2018

Mensajeras del mar


















Mensajeras del mar

Candy amaba ir a la playa a sentarse a charlar con el mar y a jugar con la espuma de las olas. Se acostaba ratos, muy cerquita del agua y jugaba con las olas, a que no la atrapaban. Luego caminaba juntando piedritas y caracolas, para su colección y en una bolsa, juntaba la basura que encontraba regada por la arena.
Siempre el mar, saca a la orilla piedritas, algas y hermosas caracolas. Algunas son muy pequeñitas, más pequeñitas que un gano de maíz y otras, pueden ser tan grandes, que no caben en las manos.
Por fin, después de varios días, de lluvia y viento, el día amaneció bastante despejado. Podían verse en el suelo, las ramas quebradas de los árboles y Candy, estaba deseando ir al mar a juntar sus amadas piedritas de colores, y en busca una gran caracola, porque sabía por su abuela, que después de las tormentas, es cuando el mar, suele dejar más cosas en la orilla.
Su abuela, tenía en la sala, una caracola muy bella, que cuidaba con mucho amor. Decía que la había encontrado justamente, una mañana luego de una gran tormenta.
Un día, hizo que la pequeña, recostara su oído y escuchara como en la caracola, se oía el rumor del mar. También siempre le contaba sobre las sirenas, las enormes ballenas y los simpáticos delfines. Sobre las tortugas, estrellitas y caballitos de mar. Los corales y todo el fantástico mundo que existe en el fondo marino y lo importante que es cuidarlo y protegerlo. Todo eso hizo que la niña se interesara cada vez más, por las especies que habitan en el mar, y se fuera dando cuenta de todo lo que sufren por la gran cantidad de basura que hay en el agua.
Ella pensaba que cuánto más grande fuera la caracola, más historias podría contarle y si encontraba esa enorme que soñaba, seguro le contaría todos los secretos de las profundidades del océano.
Cada vez que recorría la playa, juntaba latas, botellas, cartones y toda a basura que encontrara y la dejaba en el tacho de basura. Luego en su canasto de papel reciclado, juntaba caracolas y piedritas de colores. Se volvía con el canasto lleno de cosas. Quería traerlas todas, porque cada una, tenía algo especial.
En su casita de árbol guardaba todos sus tesoros encontrados en la playa.
Esa mañana, luego de caminar un poco, limpiando y juntando piedritas y caracolas, vio algo brillar a lo lejos. A medida que se acercaba podía ver mejor su color.
Era púrpura con destellitos de plata. No podía creer lo que sus ojitos veían. Era una caracola enorme, demasiado enorme. Era gigante. No podía tomarla entre sus manos, necesitaba sus bracitos para rodearla.
Como era tan grande, le era imposible solo apoyar el oído para escuchar el rumor. Por lo que metió toda la cabeza, dentro de la caracola.
Varios sonidos la sorprendieron. No era solo el mar, el que se escuchaba.
Algunas personas que caminaban por la playa, estaban sorprendidas, con aquel hallazgo hermoso de Candy.
Esta vez, no la llevó a la casa del árbol, sino directamente a su dormitorio.
Al acostare, no podía dejar de mirar su caracola. Sentía que estaba soñando. No podía dormirse. Al fin, apagó la luz para intentar dormir. Pero aquellos destellitos plata que veía al acercarse a la caracola cuando la descubrió, comenzaron a brillar cada vez más en la oscuridad del dormitorio. Dejando la habitación coloreada de púrpura, como si fuera una galaxia pintada en el techo.
Candy en ese instante, sintió como el sueño, se marchaba del todo de sus ojos.
Como podría cerrarlos y dormir, si habían quedado abiertos de par en par.
Bajó de su cama, y se acercó a la caracola.
Le pareció nuevamente, escuchar algo que no era solo el rumor del mar.
Parecían murmullos, quizá llantos. Entonces, reconoció la voz. Era el canto de una ballena.
Y se restregó los ojitos y las orejas…
_ ¿Estoy dormida? ¿Y soñando? Dijo Candy, en voz baja…
_No, no lo estás, le contestó una vocecita dulce desde la caracola.
La niña salto del susto, y los ojos, esa noche, no podrían cerrarse para dormir.
Quedó inmóvil por un momento y luego, en voz baja, volvió a preguntar, buscando respuestas.
_ Hola, ¿estoy soñando? ¿Estás en mis sueños?
_ ¡No, no los estás! Psss psss... Estoy aquí.
_ Candy, esta vez estaba segura, que la voz salía de la caracola.
Volvió a arrimar su oído al borde y escuchó con mucha atención.
Si, el mar se escuchaba, fuerte y claro. Tal cual si estuviera sentada, a la orilla del agua.
Y entonces… volvió a oír algo. Si, era el canto de una ballena. Pero había algo más. Parecía que alguien estaba llorando.
_ Hola… dijo Candy… hola… ¿dónde estás? Déjame verte.
Y de pronto, un rostro muy pequeñito, asomó desde dentro de la gran caracola. Tenía el cabello muy rubio y con bucles. Estiró un bracito y le tendió la mano a la pequeña Candy. Se tomaron las manitos y entonces Candy se sintió bajo el mar.
_ ¿Quién eres? Preguntó Candy.
_Soy una sirenita y habitamos esta caracola mágica, para poder llegar a la tierra y pedir ayuda. Somos mensajeras del mar y sus habitantes.
_ ¿Habitamos? ¿Menajeras? Dijo Candy. ¿Tú y quien más?
_ Y nosotras, dijeron varias vocecitas más y aparecieron delante de Candy.
Eran todas muy pequeñitas. Con el cabello lleno de bucles, y colores diversos. Sus colas, tornasoladas, parecidas a las plumas de algunos colibríes.
_ ¿Por qué lloran? si son tan bellas y habitan en esta caracola mágica, enorme y hermosa.
_Estamos tristes, dijeron las sirenitas.
_Se han puesto tristes por mi culpa, dijo Candy sentándose de golpe. El mar, sacó su hogar del agua y yo me la traje a casa. Las alejé del mar.
_ No pequeña, no es eso. Recuerda que esta caracola es mágica. No necesita estar en el agua para que estemos bajo el mar. Te mostraremos y te contaremos, por qué lloramos.
Volvieron a tomarle la manito a Candy y entre todas la abrazaron. La niña sintió como si el agua le hiciera cosquillitas en los pies y luego, veía como flotaba su pelo.
Pocos momentos después, nadaba en el fondo del océano. Rodeada de sirenas, que ya no eran pequeñitas, sino grandes. Las ballenas hacían una ronda a su alrededor, los delfines saltaban y silbaban, subiendo a las sirenas en su lomo. Tortugas y cientos de pececitos de colores aparecieron a saludar a la niña.
Era maravilloso. Todos se veían sonrientes, estaban felices con la visita de Candy.
Las sirenas volvieron a tomar de la mano a la pequeña y la guiaron hacia una gruta gigantesca, recubierta con piedritas de mil colores.
Allí, había una tortuga muy viejita que esperaba a Candy. Tenía en su mano una bola de cristal. Saludó a Candy y comenzó a mostrarle a la niña, lo que en verdad, les estaba sucediendo a las criaturas marinas.
Allí Candy pudo observar, como las ballenas quedaban encalladas en las orillas. Como los delfines se enredaban en redes, plásticos, neumáticos y más. Como las tortugas crecían deformes, por haber quedado atrapadas en plásticos, o hilos que los barcos sueltan. Vio todo el sufrimiento y la mugre, que los humanos tiran a diario al mar.
_ Entonces ese canto de ballena, que escuché en la caracola ¿es real? Preguntó Candy.
_Si… dijeron las sirenas. Hemos guardado el canto de las ballenas en la caracola mágica, y los chasquidos y silbidos de los delfines. Necesitamos ayuda. El agua ha cambiado su temperatura, hay mucho ruido por los barcos, y ellos pierden su ruta. Por eso a veces llegan a las playas y encallan, quedando atrapadas sin poder regresar a las profundidades. Cada día hay más basura en el agua y contaminación.
_ ¿Y ustedes no viven en el mar? Preguntó Candy a las sirenas. ¿No corren peligro dentro de la caracola?
_No pequeña, recuerda que es una caracola mágica. Ella guarda un pedacito de mar.
Quedan muy pocas caracolas mágicas. Por eso dejamos cientos de caracolas a lo largo de las playas, y miles de piedritas de colores. Las vamos sembrando en las costas, pero no todos se sienten atraídos por su belleza... Por eso, además, usamos las mágicas, para atraer a personitas especiales como tú, y así ponernos en contacto pidiendo ayuda.
_ ¿Pero y yo que puedo hacer?
_Mucho puedes hacer pequeña. Dijo la Sra. Tortuga, tomando a Candy de los hombros. A los humanos les falta tomar conciencia, que no solo están haciendo daño al mundo marino. Se están haciendo daño ellos mismos, a su medioambiente. Contaminan su aire, su agua, su suelo. Los humanos tampoco tienen otro hogar para vivir, más que la tierra. Confiamos en ti. Tú nos ayudarás, como lo has hecho hasta ahora, limpiando la arena. Muchos como tú lo hacen y sabemos que otros se unirán, seguirán su ejemplo, si ustedes se lo piden.
Después de esa charla con la Sra. tortuga y los habitantes marinos, Candy regresó como por arte de magia a su dormitorio.
Las sirenitas la despidieron con abrazos y besos y le dejaron en sus manitos, una caracola diminuta, igualita a la mágica.
_No volverán ya, preguntó Candy, algo triste.
_ Estaremos siempre cerquita de ti pequeña, en esa caracolita que te hemos dejado. Cuando nos extrañes, pon tu oído en ella y escucharás el rumor de mar y sus olas, y si no, ponla sobre tu pecho y el corazón te recordará que allí estaremos siempre. Nosotras regresaremos al mar, a dejarnos mecer por las olas y cuando alguna tormenta llegue, volveremos a recostarnos en la arena, para que alguna otra personita especial como tú, nos encuentre y nos escuche. Sabemos que tú, hablarás con muchos humanos y les pedirás que cuiden de mar, del aire y de todo el planeta.
La gran caracola, despareció del dormitorio y la pequeñita se iluminó con los destellitos plata.
Cuando la abuela de Candy llegó, lo primero que hizo la niña fue mostrarle su caracolita.
La abuela la abrazó muy fuerte y le dijo:
_ Mi pequeña, las sirenas te han regalado un gran tesoro.
_ ¿Y cómo sabes abuela, que han sido las sirenas?
Porque las sirenas habitan en cada caracola y piedrecita que hay sobre la arena, mi amor.
_Entonces tu caracola, ¿también era mágica?
La abuela de la pequeña sonrió y llenó de besos y cosquillas a su nietecita.
Luego juntas, hicieron con la caracolita, un collarcito que Candy siempre lleva puesto, para tenerla siempre junto al corazón.
Cuando vuelvas a la playa, mira bien… porque hay cientos de piedritas y caracolas.
Todas, tienen algo mágico, que nos recuerda que vienen de las profundidades del mar, donde habitan muchos seres maravillosos, que necesitan que los humanos tomemos conciencia.
Cuidemos el planeta.
Mónica Beneroso Salvano
Yeruti"
Ilustración: Mónica Beneroso Salvano
Derechos reservados
Uruguay

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